España hueca II – Una obra académica que se evade del vacío

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El mejor libro académico que se ha escrito respecto a la despoblación rural española es, sin lugar a dudas, ¿Lugares que no importan? La despoblación de la España rural desde 1900 hasta el presente (2019) de los profesores y, sobre todo, investigadores Fernando Collantes y Vicente Pinilla; la primera edición fue publicada en el Reino Unido bajo el título: Peaceful Surrender: The Depopulation of Rural Spain in the Twentieth Century (2011) cuando este tema no formaba parte del debate público, careciendo de interés mediático. En la era de la infoxicación, los contenidos de interacción acelerada y el periodismo “hueco”, es de agradecer un libro estudioso, normativo y clarificador (ampliando la información con datos y gráficos sencillos de interpretar) especialmente viniendo del mundo universitario generalmente endogámico, preocupado por publicar “papers” ininteligibles (casi tanto como mis artículos) que sólo leen cuatro gatos (normalmente del mismo departamento poniéndose a parir entre ellos) para así obtener los famosos, deseosos y reglamentarios puntos de la Aneca que les permitan seguir trepando en ese mundillo hiperburocratizado hasta el infinito y más allá.

Se suelen aplicar cuatro sentidos al término “rural” (a partir de los sociólogos Falk y Lyson); el primero: demográfico (pequeños núcleos de población), el segundo: económico (especialización en el sector primario, agrícola y ganadero), el tercero: cultural (homogeneidad en torno a valores tradicionales) y el cuarto: representacional (visión posmoderna de la ruralidad como construcción social). Todos ellos contrastan con los sentidos de lo “urbano”: heterogeneidad cultural, grandes núcleos de población, diversificación de sectores económicos… Aunque estas categorías están cada vez más en entredicho puesto que la sociología rural lleva tiempo sumida en una crisis teórica, como bien señala la socióloga Rosario Sampedro: “Cuando vemos que lo que llamamos mundo rural ya no vive de la agricultura, sino de multitud de actividades en cuya existencia intervienen agentes del más variado tipo (desde los inversores anónimos de Wall Street a los movimientos ecologistas; desde los jubilados del Norte de Europa, hasta la búsqueda de nuevas formas de diversión entre ciertas capas sociales; desde los intereses de las compañías inmobiliarias a las pasiones nacionalistas)… e incluso su calidad de vida puede superar ampliamente la de muchos barrios urbanos ¿qué queda de lo rural?”.

Durante la primera mitad del siglo XX se dio un cierto crecimiento demográfico en los pueblos de España hasta la década de 1950, cuando se cortó drásticamente por las migraciones del campo hacia la ciudad además de las continuas marchas a América. En los 60 se produjo el éxodo rural masivo, continuando la migración del campo a la ciudad y empezando las numerosas emigraciones hacia países de Europa más desarrollados (Suiza, Alemania, Francia…); esta brecha fue cerrándose y a principios de los 80 los valores demográficos eran similares a los de comienzos del siglo XX, pero con un cambio de signo en el crecimiento natural pues había muy poca natalidad en los pueblos con una población envejecida y las defunciones eran mayores que los nacimientos por lo que el número de habitantes fue menguando, acelerándose así la despoblación. A partir de 1991 hubo un nuevo repunte en el crecimiento de la población rural, recibiendo nuevos residentes de las ciudades sobre todo aquellos pueblos que estaban cercanos a capitales; de hecho las regiones que más sufrieron la despoblación fueron los pueblos del interior apartados de las grandes urbes. No es lo mismo la situación geográfica de Huesca, aislada de las grandes ciudades, que la zona cántabra donde hay cabeceras comarcales de tamaño medio, o las provincias colindantes a Madrid, Barcelona o Valencia. Algunos pueblos cerca de estas capitales de provincia se aprovecharon de la excesiva demanda de empresas en los polígonos industriales de las afueras, y atrajeron inversión empresarial convirtiéndose de este modo en “polígonos rurales” de las capitales.

La falta de servicios e infraestructuras fue una gran rémora a la hora de plantearse tener una vida con futuro en el pueblo de nacimiento y por lo tanto la gente emigró a las ciudades donde podían aspirar a tener una vida más cómoda, con más facilidades. La creación de escuelas secundarias, hospitales, redes ferroviarias, etc. se implementaba en las ciudades dejando a los pueblos completamente al margen e incluso a veces cerrando escuelas u hospitales comarcales, lo cual abrió una brecha tremenda entre el nivel de vida urbano y el rural. Todo esto ocurrió fundamentalmente entre las décadas de 1950 y 1960, precisamente cuando la autarquía franquista fracasó estrepitosamente y Franco, a regañadientes, tuvo que abrir España al mundo capitalista, lo cual le llevó al distanciamiento de los falangistas entre otros grupos ideológicos del régimen. El “desarrollismo franquista” (época poco estudiada que trataré en otro artículo) contribuyó tanto a la despoblación del ámbito rural español como a la creación de España como el “resort bonito, barato y festivo” del Norte europeo y americano.

Collantes y Pinilla ponen el foco sobre la cuestión económica relegando la política a un segundo plano. Las zonas más despobladas no tenían una base económica diversificada dentro de la economía de mercado capitalista, sólo atesoraban el sector primario, agricultura y ganadería. Tanto en España como en el resto de países europeos, las poblaciones netamente agrícolas eran las que quedaban más deshabitadas, mientras que donde aparecían otras oportunidades de empleo en distintos sectores por cercanía con capitales de provincias (como servicios turísticos, industria alimentaria, construcción… o algunas cabeceras comarcales que generaban empleos asociados a la salud o la educación atrayendo ocupaciones administrativas o funcionariales) sostenían una tendencia creciente en su demografía. Por lo tanto, los malos resultados demográficos iban unidos a no ser capaces de reorientar su economía más allá del sector primario. Ante el cambio actual de paradigma en el cual algunos pueblos se abren a sectores económicos más boyantes, como indicaba Rosario Sampedro, quizás el concepto de España “vacía” no es tan apocalíptico como muchos medios retratan en reportajes lacrimógenos u oportunistas. El medio rural es diverso y quizás tenemos una imagen muy monolítica.

Es muy curioso y atrayente como Collantes y Pinilla presentan una serie de mitos sobre la despoblación que se han dado a raíz de la publicidad simplista del concepto “España vaciada” en los últimos años. Se preguntan si realmente existe un apocalipsis rural y la respuesta es negativa; las tendencias demográficas hoy son mejores que hace años, siguen existiendo perdidas de población pero no tan preocupantes como solían ser. Realmente, hasta 2008 la España rural ganaba población porque aparecieron nuevos pobladores: clases medias que se desplazan al medio rural con fines residenciales, periferias rurales cercanas a la gran urbe que ofrecen mejor calidad de vida que algunas zonas urbanas y sobre todo el intenso flujo de inmigrantes de América Latina, Europa oriental o el Magreb en las zonas rurales más remotas. Los propios Collantes y Pinilla junto a Javier Silvestre y Luis Antonio Sáez publicaron un artículo muy interesante en el Real Instituto Elcano en el año 2010 “El impacto demográfico de la inmigración en la España rural despoblada”. Es cierto que con la crisis económica del 2008 y la pandemia vírica muchos inmigrantes han vuelto a sus países de origen, pero las pérdidas no han sido catastróficas.

“La mayor parte de la «España vacía», expresión que no nos gusta, ya que en ella siguen viviendo muchas personas, nunca estuvo llena”.

El típico chovinismo inverso español: autoflagelarse y considerar que somos un desastre en comparación con los vecinos europeos; pensar que la despoblación rural es un fenómeno typical spanish es una falacia absoluta. Collantes y Pinilla desmontan este mito con cifras y datos muy clarificadores como por ejemplo que la despoblación rural en Francia fue tremenda, incluso mayor que en España con el añadido de la sobrepoblación parisina en relación al resto del país, lo que ha provocado políticamente un centralismo brutal visto con recelo por las zonas rurales francesas que estimuló, junto a otras problemáticas, la sublevación de los llamados “chalecos amarillos”. En Reino Unido ha ocurrido lo mismo, especialmente en las altas tierras escocesas, que empezaron hace muy poco a tomar medidas contra su despoblamiento. Italia vivió un éxodo rural muy parecido al español después de la segunda guerra mundial, principalmente con migraciones de las zonas más rurales del Sur hacia el Norte industrializado y más modernizado. Es un fenómeno europeo muy generalizado, lo que ocurre es que en España todo esto se ha desarrollado con retraso por la tardía industrialización española en comparación con el resto de Europa, y porque las densidades de población españolas nunca fueron tan grandes como las francesas, inglesas o alemanas.

Collantes y Pinilla piensan que hay una exageración de la política como razón primigenia en la despoblación española y un enfoque excesivo en la época franquista (en Francia o Reino Unido ocurrió lo mismo y no había dictadura) aunque sí hacen hincapié en la sobreconstrucción de pantanos y embalses (imagen generalmente caricaturizada de Franco inaugurando pantanos a troche y moche) para el fomento de la producción hidroeléctrica que desestructuró la organización natural del espacio rural; el impacto territorial fue tremendo, con la inundación de algunos valles y la deforestación de laderas especialmente en el Pirineo aragonés y catalán. En definitiva, el espacio rural a disposición de intereses empresariales implicados en la industrialización del país. Los autores sí conceden una enorme relevancia al aspecto económico; para ellos es fundamental el desarrollo libre de la economía de mercado, el punto de vista empresarial: las empresas se sitúan donde ya había empresas, si nunca las ha habido es mucho más difícil. La despoblación es la otra cara de la industrialización, siendo muy relevante la mecanización del campo: tractores, cosechadoras… la gente se va del campo y es sustituida por máquinas, las rentas no agrarias suelen ser superiores a las rentas agrarias etc.

Cada vez menos gente se dedica a la agricultura en la España rural; además la actividad agrícola no retiene población ni es clave para mantener la demografía comarcal, pero sigue siendo un lobby muy potente que tiene capacidad enorme de presionar a los diferentes políticos y gobiernos regionales. Se destinan muchos más fondos a la actividad agrícola mínima que a luchar contra la despoblación o a fortalecer las comunidades rurales y su entorno. De hecho, a nivel europeo las políticas de desarrollo rural dependen de la Dirección General de Agricultura en lugar de la Dirección General de Política Regional. Todas las CCAA destinan una cantidad minoritaria al desarrollo rural, independientemente del partido que sea. Entre el 2007 y el 2020 el gasto público de los programas de desarrollo rural destinado a diversificación económica y de calidad de vida rural por parte de los diferentes partidos en el poder es de media el 13.5% del presupuesto.

En la actualidad post-pandémica se ha impuesto de manera cotidiana el teletrabajo que, en principio, puede tener un efecto positivo en la capacidad de elección de una vida rural. Con menos desplazamientos diarios hay más posibilidad de vivir y trabajar en zonas rurales, aunque no estén del todo bien enlazadas con otras localidades. Lo que es absolutamente necesario es una buena conectividad virtual y cibernética en pueblos apartados de grandes núcleos urbanos, por lo tanto, la aplicación de políticas tecnológicas será de vital importancia para impulsar la oportunidad de elegir una vida laboral en un entorno rural.

“Ahora llega el momento de conseguir que este debate público sea provechoso. Para ello, necesitamos desprendernos de los mitos que nos han venido acompañando, deformando nuestra comprensión de la realidad y desorientando nuestra búsqueda de respuestas prácticas. No estamos caminando hacia el desastre terminal, sino que hemos entrado en una era en la que, mientras algunas zonas rurales renacen desde el punto de vista demográfico, otras continúan perdiendo población, pero a ritmos ya muy inferiores a los de la etapa «clásica» del éxodo rural. No somos una anomalía lamentable dentro de Europa sino, simplemente, un país de desarrollo tardío que, aplicando políticas no muy diferentes a las de sus vecinos, tarda algo más que estos en experimentar las fuerzas de mercado que propenden hacia el renacimiento rural. La España rural no ha sido vaciada por unos dirigentes políticos empeñados en favorecer a las ciudades, sino que ha perdido población como consecuencia, sobre todo, de una compleja interacción a lo largo del tiempo entre estructura del poblamiento, regímenes tecnológicos, organización empresarial y geografía económica del acceso a la calidad de vida”.

Un libro básico y fundamental para quienes deseen acercarse de manera comprensible al tema de la despoblación rural española. A mi juicio, hubiera agradecido un análisis profundo y exhaustivo de la cuestión política con respecto a los diferentes ciclos de despoblamiento español; aun así un trabajo encomiable, meritorio y ejemplar cuya lectura es extremadamente recomendable.

P.D. Abstenerse quien busque periodismo sociológico-estadístico reduccionista de corta y pega.

*Gracias a Carol por su inestimable ayuda en la corrección y revisión de este texto


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