Los puños prietos y los más ricos del cementerio: Greatest Hits

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Estamos ante el disco más vendido y escuchado de una de las bandas más míticas y legendarias entre las clases sociales acomodadas, pudientes o solventes de las democracias occidentales. Las clases menos acomodadas que pueden verse en riesgo de insolvencia escuchan este disco como un eco misterioso o un canto de sirenas seductoramente inalcanzable. Las clases que sufren las verdaderas penurias económicas de pobreza, aislamiento social y falta de condiciones materiales mínimas no tienen interés, tiempo ni ganas de escucharlo.

A pesar de ser un disco de grandes éxitos, es puramente conceptual. Habrá quien piense que es el típico álbum mainstream y que sus canciones expresan un mero fundamentalismo religioso, una mojigatería espiritual repleta de moralina cobarde y servil o un simple elogio al materialismo mal entendido, pero si uno va más allá y lee entre líneas puede obtener resultados más que satisfactorios. Además, este álbum se caracteriza por su diversidad musical, se aúnan todo tipo de géneros que varían de canción en canción.

Hagamos algunas observaciones someras sobre los 8 temas que lo componen:

1. Ahorrar y acumular (intro)

El disco abre con este tema de tono minimalista; un coro canta a capella: Ahorrar… acumular… ahorrar… acumular…” mientras poco a poco entra una orquesta de cámara muy sutil. Los arpegios de los violines y el acento lúgubre de los oboes confiere esa atmósfera devota y mística que deja claro el leitmotiv del concepto que subyace en todo el disco, esto es, el ahorro y la acumulación, porque como todos sabemos el gasto y el dispendio nos lleva a una vida de perdición. Es una intro lacónica pero directa.

2. Bienaventuranza (y malaventuranza)

Esta canción enlaza a la perfección con el tema introductorio. Continúa el tono místico, cuasi-religioso, de celebración comunitaria. Los arreglos orquestales son fantásticos y pasan del minimalismo del inicio a la exaltación musical sinfónica que podría compararse con Wagner, Strauss o Beethoven. Poco a poco la orquesta se va apagando y aparece una guitarra acústica acompañando la voz del cantante: “El futuro es nuestro, nos lo hemos ganado, quien se ha sacrificado trabajando ganará el cielo, quien se ha envilecido en la vagancia sufrirá el castigo del infierno”. Una clara imaginería cristiana que sigue ahondando en el leitmotiv conceptual del álbum.

3. Disfrutaré en mi jubilación (When I´m 67)

Impecable canción (instrumentalmente hablando) que, obviamente, recuerda al famoso tema de los Beatles. Piano en tono de ragtime cabaretero y unos trombones haciendo de coros celestiales. La letra quizás peca de cierta ingenuidad y falta de rima: “Disfrutaré cuando tenga 67, en mi retiro de jubilación, haciendo lo que siempre he deseado, desayunando sin prisas, comiendo sano, realizando mis hobbies más ansiados, viendo el tiempo pasar desde mi feliz retiro…”. No hay que hacer sangre de esta letra, pero digamos que no es una composición afortunada a menos que haya sido escrita por un millonario convertido al budismo que trata de salvarse y eximirse por los excesos vitales llevados a cabo justo antes de su jubilación.

4. (Proud to be) Workaholic

Un temazo de hard-rock. El estribillo “Trabajo, luego existo” suena después de cada estrofa de manera apabullante, como un grito desesperado o un lema autoconclusivo. Las guitarras suenan potentes, muy distorsionadas, acompañando perfectamente la voz chillona y rota que en una de las estrofas parece parafrasear a Calvino: “El deber profesional me llama, la vocación con la que nací me fue revelada, me encanta levantarme temprano de la cama y entregar mi cuerpo al curro donde la eternidad de mi alma es ganada”. La Revelación laboral toma cuerpo (literalmente) con el increíble punteo final, casi 2 minutos de extasiante guitarra que indica una conexión espiritual entre trabajo y paraíso. Parece ser que pusieron el título en inglés porque en español no hay una traducción directa de workaholic e imagino que así es más trendy.

5. A mis(s) hijo(s) que no le(s) falte de ná / Pa´los abuelos

Llega el flamenco. Dos composiciones que se unen de manera fabulosa. Dos bulerías ligadas. Ritmos que incitan al baile. La primera de ellas hace hincapié en los niños, los vástagos, la prole: “¿Por qué me sacrifico?, ¿Qué por qué me sacrifico? Pa que a mis hijos no les falte de ná, pa que a mis hijos no les falte de ná. Hay que ahorrar pa que a mis hijos no les falte de ná. Me, me, me desvivo pa que a mis hijos no les falte de ná. Échales un euro más en la cuenta, échales un euro más en la cuenta que a mis hijos no les pué faltar de ná…”. (Se repite tanto el mantra que uno no sabe qué fórmula vital se sigue: ¿hay que ahorrar porque se tienen hijos o hay que tener hijos para justificar el permanente ahorro?). Bulería que gana interpretada en directo y con el taconeo de acompañamiento. Las guitarras no están mal, no son Paco de Lucía o Tomatito, pero se dejan escuchar. La segunda bulería (que tira más para rumba) enlaza maravillosamente con la primera: “Me apetece irme de parranda, me, me apetece irme de parranda con mi compare ¿Y los críos? ¿Y y y los críos? Pa´los abuelos van, pa´los abuelos vienen, pa´los pa´los abuelos van, pa´los abuelos vienen, vienen, ¿dónde van a estar mejor? Lerele lelele…”. Dejarle los críos a los abuelos es infinitamente más cómodo que pagar por una guardería, cuidadores o cualquier agente exógeno a la familia (se incide de nuevo en la importancia del ahorro y ya de paso en la endogamia). La pandemia puso ciertos límites a esta práctica, pero hasta que llegue la próxima hay que aprovechar. Además los abus siempre están prestos y dispuestos (generalizando) pese a los achaques o manías diversas propias de la edad.

6. Mente sacrificial (retributiva)

Es, tal vez, la canción más compleja de escuchar. Es un tema disruptivo que no enlaza con lo anterior. Aquí se impone un rock progresivo con algunos ritmos de jazz. Es mayormente instrumental aunque de vez en cuando aparecen unas voces recitando lo siguiente: “La felicidad no es un fin en sí mismo, no puedes ser dichoso y alegre si no pagas un precio por ello, hay que sufrir para ser feliz, ganarás el pan con el sudor (y la sangre) de tu frente”. El juego instrumental es perfecto en este tema, el piano va en todo momento a contratiempo del resto de instrumentos. El piano suena feliz y desenfadado, dichoso en su plenitud de serlo, en su finalidad misma. El resto de instrumentos tocan un ritmo monocorde pero muy poderoso y van poco a poco absorbiendo al piano que llega a tocar al unísono con los demás, y al final todo acaba en un estruendo espectacular totalmente unitario.

7. Cálculo económico (forever and ever and ever…)

Aquí está la esperada balada. Larga, muy melódica y con voces lloronas. Un tema que en vivo hace las delicias del público alzando sus móviles (en función linterna) y agitando sus manos de manera unánime. La letra es muy extensa como para analizarla siquiera por encima, pero explicaré a grandes rasgos, de qué va. Cuenta la historia de dos titulares de sendas cuentas corrientes, uno de ellos se frustra, sufre (pospone sus deseos y necesidades) y acumula todo el capital que puede, posee un haber (¿con Dios?), es decir, su sufrimiento presente es un mérito para lo que le corresponde en el futuro incierto e imposible de predecir (podría morir mañana por ejemplo). El otro vive en números rojos, disfruta el presente (da rienda suelta a sus deseos y necesidades) pero tiene un debe (¿con Dios?), no obtiene mérito sino castigo que le será pagado a su debido tiempo. Es fantástico el duelo vocal entre los dos cantantes que representan a ambos titulares y la respuesta del coro cuando el deudor canta sus derroches: “Ya verás cuando llegue tu hora, se romperá tu felicidad de cristal, sin ahorro no hay recompensa, te abocarás sin remedio al mal”. Mientras, las dos guitarras juegan con un punteo armonioso y estridente. El solo de batería final es apoteósico. Un verdadero temazo.

8. Ahorrar y acumular (Outro)

Se clausura el disco de manera circular. Al revés que la apertura, empieza con un riff de guitarra enloquecido, casi metalero para acabar con la parquedad del inicio. Se juega maravillosamente con el minimalismo instrumental y el progresivo avance del coro in crescendo: “Ahorrar… acumular… ahorrar… acumular… ahorrar… acumular… ¡hasta el infinito!”. Dicen que hay por ahí un disco pirata donde un desaprensivo grabó justo después de la palabra infinito con voz punkarra y satánica: “¡Imbéciles, somos seres finitos!” Puede que sea una leyenda urbana.

Un disco redondo y atronador que suena (lo escuchemos o no) como banda sonora de nuestra vida cotidiana. Ad eternum.


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