Slash N’ Roses

Difunde cultura

Y, mientras me embriagaba de su aroma, pensé

que supera con mucho a la rosa ordinaria,

mas cuando, ¡amigo Juanjo!, me llegaron tus rosas,

me quedé entusiasmado con su esplendor: tenían

dulces voces que hablaban, como con tierna súplica,

de paz y de verdad, de amistad invencible”.


John Keats, A un amigo que me envió unas rosas, 1820

A finales de los 90 tenía relación habitual con infinidad de pijos amusicales (son dos calificativos que no tienen necesariamente que ir unidos, aunque en aquella época solían coincidir). Para este colectivo la música era como la ropa o accesorios de marca: algo de lo que presumir, lucir, incorporar a su imagen identitaria; una mera formalidad distintiva que expresaba su filiación de clase. La cuestión musical (artística o artesanal) no existía. La capacidad crítica o comparativa con respecto a canciones, conciertos o discos era casi nula. Lugares comunes, clichés y comentarios infantiloides era a lo máximo que aspiraban para definir la pasión simulada por la música de sus conjuntos de referencia.

Tres grupos formaban el triunvirato rebelde y “malote” para ese pijismo amusicalmente ilustrado: U2, Héroes del silencio y Guns N’ Roses. Estas tres bandas tienen sus similitudes musicales, estéticas, mercadotécnicas, iconográficas y mitológicas si se ahonda en un análisis profundo, crítico y comparativo (cosa que no haré aquí, en parte por desidia y en parte por no considerarlas tan importantes como para eso). Tanto en el instituto como en los primeros años universitarios me cansé de oír alabanzas a estas tres bandas desde puntos de vista acríticos, superficiales y (cuasi)analfabetos. Lógicamente les cogí una manía enorme y cada vez que algún tema suyo sonaba en pubs, baretos o tascas me irritaba tremendamente.

Un buen amigo, compañero de pupitre durante un par de años, hacía hincapié en que eran muy buenos grupos, que tenía que escucharlos en casa tranquilamente porque bebían de bandas anteriores que a mí me encantaban. Como tocaba el piano y compartíamos gustos musicales le pedí prestados varios discos. Me dejó The Joshua Tree, Achtung Baby, Senderos de traición, El espíritu del vino, Appetite for Destruction y el segundo volumen de Use your Illusion. U2 no pasó el corte (a pesar de Brian Eno y Daniel Lanois), jamás los he soportado. Mi historia particular con Héroes no toca ahora. Con Guns N’ Roses tuve sensaciones encontradas: por un lado la voz (y las letras), por otro la música (la producción y concretamente la guitarra solista).

Las voces impostadas, forzadas, artificiosas, con cierto regusto por el gritito desesperado, el chillido acartonado y el falsete efectista tienen cierto sentido cuando consiguen crear un estilo propio; aún así se somete a la voz a tal grado de inestabilidad y altibajos que se debe cuidar concienzudamente y tener una potencia vocal excelsa. Axl Rose ha sobreexplotado esta fórmula hasta tal punto que su voz se ha quebrado con el paso del tiempo. Obviamente cuando uno no tiene voz para exponerla a ciertos tonos musicales extremos tiene que forzarla artificialmente hasta el límite y lo más probable es que se rompa. Además siempre ha abusado del impulso pirotécnico: carreritas, gestitos y posturitas (no ha sido el único: David Lee Roth, Bret Michaels, Billy Idol o Springsteen han sido algunos de los amantes del estudiado postureo gestual). Seamos claros: Axl Rose nunca ha tenido la capacidad vocal de David Coverdale, Joe Elliott, Gary Cherone o Stephen Pearcy, tampoco el tono natural roto y áspero de Brian Johnson, Joe Cocker, Rod Stewart o el arquetípico Tom Waits (por nombrar unos cuantos). Ha sido un cantante de un nivel vocal mediocre aunque con una personalidad extremadamente salvaje, controvertida e iconoclasta. Lo cultural (mediatizado) se suele imponer sobre lo musical. Chuck Klosterman lo expresaba claro en su fabuloso Fargo Rock City: “Independientemente de su mérito artístico, Appetite for Destruction de Guns N’ Roses de 1987 conmovió a los chicos de mi clase de la misma manera que los adolescentes de 1967 fueron impresionados por Paul McCartney y John Lennon. El éxito comercial no legitima la consecuencia musical, pero sí legitima la consecuencia cultural”.

Las letras de los Guns (la mayoría escritas por Axl) no son nada del otro mundo literariamente hablando; carecen de lirismo, no son especialmente ingeniosas, juegan banalmente con la típica narrativa norteamericana del realismo sucio. Normalmente hablan de las experiencias personales de Axl: sexo, violencia y drogas desde una perspectiva plana, reiterativa y excesivamente afectada. Pero lo que sí poseen es sinceridad, martirio, tristeza y maldad; y esto crea una conexión extraordinaria con el carácter autodestructivo del grupo distanciándose de los almibarados cuentos de hadas de otras bandas de la época. Algunas de estas letras son políticamente incorrectas (One in a million, Used to love her), otras se encuentran entre lo onírico y lo (pseudo)reflexivo (Dead Horse, Coma), pocas son políticamente comprometidas (Civil War) y hay un buen puñado de baladas amor/desamor con cierto tono vindicativo (Patience, November Rain, Don´t cry, Estranged…). Las primeras escuchas superficiales de los discos de Guns N´ Roses recuerdan a Aerosmith (también grupo favorito entre los pijos amusicales aunque no llegó a la categoría de mito de los otros tres). El tonito, entre el lloriqueo y la rabieta, de Steven Tyler tiene una clara influencia en Axl. Pero los Guns nunca han sido tan frívolos, y musicalmente son muy superiores. En términos generales se podría decir que los Guns siguieron algunos patrones característicos del hair-metal para desde esos mismos patrones tratar de subvertirlo e incluso implosionarlo; en ese aspecto estaban más cercanos al punk que a cualquier otro género.

La producción musical de los discos de los Guns es fantástica. Esto suele pasar en los grupos formados por músicos profesionales. De hecho a partir de Lies la propia banda produjo los discos junto a Mike Clink. La producción sólida, potente, firme que genera un sonido propio claramente reconocible está cimentada en un maravilloso grupo de músicos y por encima de ellos brilla la figura grandiosa de Slash. El icónico guitarrista nacido en Inglaterra y de madre afroamericana (no son meras casualidades) ha sido el vértice de la música de Guns con el sonido afilado, sucio y bluesero de su guitarra. El estilo blues-punk que generó Slash ha sido la característica principal que define a Guns N´ Roses. Sin él habrían sonado como un grupo más de hair-metal: Enuff Z’Nuff, Cinderella, Mötley Crüe o Bon Jovi. Todos los amantes del rock y en particular de la guitarra eléctrica sabemos como suena Slash, igual que sabemos como suena Clapton, Hendrix, Beck, Reid o Zappa. Él ha creado un estilo melódico marcadamente personal. Sin aspavientos ni estridencias. Nada de trucos rebuscados a pesar de la chistera.

Appetite for Destruction es un disco antológico. Sin lugar a dudas el mejor disco de hair-metal-punk de la Historia. Una obra absolutamente descomunal. Después de ese debut es normal que todo lo posterior fuese a peor. Mucha gente opina que deberían haber hecho sólo ese disco; hubiese ayudado la muerte de alguno de los miembros de la banda (de hecho iban por el buen camino). Habría quedado como un único disco totalmente legendario al estilo de sus coetáneos: Grace de Jeff Buckley o Apple de Mother Love Bone (Andy Wood murió antes de publicarse el álbum y provocó la formación breve pero formidable del grupo Temple of the Dog en su honor). Existe el rumor de que David Geffen quiso que Use your Illusion fuese doble, porque pensaba que cualquiera de ellos podía morir debido al “estable y sano” estilo de vida que llevaban (especialmente Axl y Slash). De los tres grandes álbumes mi favorito sigue siendo Appetite, me parece más completo, redondo, salvaje, atronador, apabullante. Los dos volúmenes de Use your Illusion son muy buenos discos pero siempre he tenido la sensación de estar escuchando un conjunto de “greatest hits” salpicados de temas un pelín prefabricados para captar a todo tipo de audiencia (riffs clásicos, baladitas, temas largos, covers, rock bailable…). Se nota que Axl tiene demasiado peso en su producción y por lo tanto el nivel queda por debajo del Appetite.

Gracias a mi gran amigo Juanjo pude disfrutar del concierto que dieron el pasado 9 de Junio en el Estadio Metropolitano en Madrid. ¡¡¡3 horas y media!!! Fue un concierto mítico al estilo clásico griego siguiendo la definición que propone Carlos García Gual: “Mito es un relato tradicional que refiere la actuación memorable y paradigmática de unas figuras extraordinarias —héroes y dioses— en un tiempo prestigioso y esencial”. Todos los músicos estuvieron excelsos. Axl Rose fue el más flojo, aunque se esforzó bastante tirando de gestos nostálgicos: carreras de un lado a otro del escenario, muecas de psicópata, poses para Rolling Stone o Metal Hammer… y en los grandes temas dio lo mejor de sus desgastadas cuerdas vocales sesenteras. Pero si hubo un héroe divino la noche del 9 de Junio fue Slash. 3 horas y media sin parar de riffs, punteos, slides, arpegios… para un fanático del sonido eléctrico guitarrero como yo fue una auténtica gozada. Axl actúo como el héroe guerrero antiguo, dándolo todo, confiado en su coraje pero a la vez solitario, amargado, distanciado, suicida, sabedor de sus limitaciones, celoso de su propio honor. Axl fue Ayante (Áyax el Grande). Slash, más que un héroe guerrero, actúo como el héroe viajero por excelencia. Nos llevó de viaje a través de su guitarra (arma heredada de Aquiles) con inteligencia, audacia, valentía, lucidez y clarividencia. Fuimos espectadores privilegiados de su odisea de manera natural, familiar, cercana. Slash fue Odiseo.

Habrá quien opine que el concierto fue “excesivo, masivo y nostálgico”. ¡¡¡Son Guns N´Roses!!! Hace 30 años que no sacan un disco relevante (no considero Chinese Democracy un disco relevante, ni tan siquiera de los Guns, es un disco hecho por y para un Axl Rose en clara decadencia). Fue un grupo fugaz (1987-1993) de nuestra adolescencia, y evidentemente la nostalgia reflexiva (en el sentido que propone Svetlana Boym) juega un papel fundamental. Si uno tiene cierto bagaje musical en directo sabe de antemano que la acústica en un espacio abierto (estadio de fútbol o similar) no va a ser la mejor; pero Guns N´ Roses siempre ha sido un grupo de estadios, de multitudes, en consonancia con su megalomanía, sus decibelios y su imponente puesta en escena. Uno debería ser conocedor de los espacios predilectos de sus músicos de referencia, esos que suelen formar parte de su idiosincrasia artística. Obviamente no van a elegir los mismos sitios para tocar AC/DC que Cowboy Junkies (salvo rarezas esporádicas). Cuando uno asiste a estas actuaciones épicas tiene que divertirse de una manera puramente hedonista. Desde que comenzó a sonar It´s so easy uno era consciente de que aquello iba a ser enorme. Y lo que uno debe hacer es dejarse llevar y disfrutar del trance. ¿Excesivo? Con Slash pasa como con el buen sexo: nunca se tiene suficiente. En sus punteos hay algo de carnalidad extrema, de erotismo explícito: desgarra el sonido de las cuerdas con sensualidad y ferocidad, pone voz (literalmente) a su guitarra, la apoya suavemente en su muslo derecho para tocarla casi en vertical, como un chelo, como Rostropóvich. Sudó por todos los que estábamos allí e impregnó a la banda de su aroma demostrando (una vez más) que el verdadero líder, el auténtico artista, el poeta es él. Slash, a sus casi 58 palos, está como una rosa.


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