“Los oídos escucharán siempre aquella música de tanta suavidad, que una sola vez bastaría para adormecer todos los corazones del mundo”.
Fray Luis de Granada, Del cuarto gozo que el ánima recibirá con la gloria del cuerpo, El libro de la oración y meditación, 1554
Cataluña ha sido una región históricamente muy fértil en el mundo del flamenco, de hecho, la cultura flamenca española no se puede entender sin la escena catalana. Figuras vitales como Fernando Sor, Felipe Pedrell, Isaac Albéniz, Francisco Tárrega o la saga de la familia Borrull establecieron un marco musical en Cataluña con una evidente raíz flamenca desde el siglo XIX, desmontado así el falso mito del flamenco catalán imaginado como una pura construcción de la emigración andaluza. Lo que sí hizo esa diáspora de principios del siglo XX fue potenciar e intensificar el fenómeno flamenco en la ciudad de Barcelona y sus municipios colindantes, gracias a las diversas peñas flamencas y comunidades heterogéneas donde convivían familias de origen andaluz con familias catalanas en el cinturón industrial de la capital, generando un tablao urbano donde las nuevas generaciones implantarían y desarrollarían el flamenco en sus múltiples expresiones artísticas: Carmen Amaya, Peret, Duquende, Mayte Martín, Juan Manuel Cañizares, Miguel Poveda…
Esta idiosincrasia flamenca de mestizaje, confluencia y encuentro entre regiones nacionales sobrepasa las fronteras. Algunos de los artistas españoles flamencos más relevantes han nacido en Francia debido a la emigración laboral en la época franquista: José el Francés, Joaquín Ruiz, Ginesa Ortega Cortés, Antonio Moya, Miguel Linares o el enorme percusionista Faustino Fernández Fernández más conocido como Tino di Geraldo. El compositor francés Georges Bizet compuso su ópera Carmen (basada en el libro de Prosper Mérimée) protagonizada por una gitana y ambientada en Sevilla. Una de sus arias más populares es la Habanera, inspirada (¿plagiada?) claramente en El Arreglito del compositor español Sebastián Iradier. La habanera es un genero musical que apareció en Cuba en el siglo XIX e influyó directamente en la creación del tango flamenco, es una mezcla de africanidad e hispanidad, un cruce de caminos cultural. A lo largo del siglo XX este género se aflamencaría alcanzando cierta relevancia entre músicos y artistas. Carlos Cano escribió en su Habaneras de Cádiz: “Verán que tengo mi alma en La Habana, no se me puede olvidar, canto un tango y es una habanera, la misma manera, tan dulce y galana, y el mismo compás”.
Silvia Pérez Cruz crece con todo este mestizaje cultural y musical a su alrededor. Su padre, Càstor Pérez Diz, fue músico y musicólogo experto en habaneras, y fundó la cantada de habaneras de Calella de Palafrugell. Su madre, Glòria Cruz i Torrellas, creó una academia de Arte (Alartis): “Aquella escuela era la felicidad y marcó la manera de relacionarme con el arte: en libertad y con confianza”. Vestida de nit es una habanera ya mítica que Glòria escribió y a la que Càstor puso música. Ha sido versionada por muchos grupos pero quizás la mejor cover de esta canción es la de su legítima heredera. Silvia homenajea a sus padres haciendo una interpretación del tema realmente exquisita en su disco homónimo del 2017 (anteriormente la había interpretado con su padre en algunas actuaciones en directo).
Silvia Pérez Cruz ha abordado todos los géneros posibles: jazz, bolero, blues, pop, fado… y, por supuesto, flamenco. Cuando un músico se atreve con numerosos y distintos géneros (pasa igual en el cine) se suele catalogar como “falta de estilo propio”, “táctica fácil para ampliar público” o “inseguridad artística”. Lo que sucede con Silvia Pérez Cruz no tiene nada que ver con esos clichés. Ella posee una interpretación vocal tan particular y exclusiva que cualquier palo que canta lo hace suyo. No busca estilo porque ya lo tiene de manera inherente: ella es el estilo. Silvia es fondo y forma, continente y contenido. Por eso se atreve con todo, y lo hace con descaro, aliento y coraje. Su voz, de una tonalidad violenta y a la vez ligera, ofrece una cantidad de matices que invita a escuchas atentas, analíticas, casi obsesivas, rozando la autopsia fonética. Las sílabas, los acentos de los diversos idiomas, los silencios, la cadencia de las respiraciones, la entonación del estribillo… hace Arte de la fonología. Su música tiene un propósito, un deseo, una voluntad. Como decía Erik Satie: “El futuro está, por lo tanto, en la filofonía”.
Granada es un álbum que refleja la miscelánea musical de la que Silvia Pérez Cruz se nutre. Va con todo. Canta en inglés, español, alemán, francés, portugués y catalán. Lluis Llach, Nina Simone (¿o Chet Baker?), Édith Piaf, Fito Páez, Novos Baianos, Pau Casals, Robert Schumann, Violeta Parra, María del Mar Bonet… ¿Qué más da? Todos y todas son Silvia Pérez Cruz. Mención aparte merece Raül Fernández Miró (Refree), que firma junto a ella esta Obra de Arte, cuya producción es tan desnuda y estrepitosa que se funde con la voz de Silvia de una manera alquímica. Une la tradición musical aparentemente ortodoxa con la ruptura radical del sonido disonante, brusco, atmosféricamente inquietante. Cuando saca a pasear su guitarra eléctrica parece un brujo cometiendo una herejía de un erotismo sacrosanto (Pequeño Vals Vienés, Carabelas Nada, Que me van aniquilando, Mercé, Elegia a Ramón Sijé…).
Un disco que no se queda únicamente en la manida afectación intimista; es mucho más profundo, más abisal, más hondo, va más allá del cante jondo.
Menú y Maridaje
Algo de aquí y de allí. Cargols a la llauna y calçots a la brasa con una buena salsa romesco (casera a ser posible) van de lujo para abrir boca, acompañamos con un vermut o (con moderación) un calicasas. Un buen pulpo a la brasa con una copita de vino blanco hace el apaño hasta el plato principal. Acabamos con unos canelones rellenos de ternera y cerdo con bechamel de trufa y para quien se haya quedado con gazuza una buena tortilla del Sacromonte (opcional: patatas al ajillo) regado todo con un buen vino tinto potente, con cuerpo y que rasque (DO Bullas por ejemplo). De postre está clara la cosa: piononos para un regimiento (la pastelería ya es cuestión de gustos o fetiches). Después hacemos la digestión con un buen gin-tonic.
Compañía
Viene bien para quien quiera aprender idiomas. Tampoco viene mal para recordar que vivimos en un país (península) de heterodoxia cultural, mezcolanza lingüística y tradiciones artísticas múltiples. Siempre es más enriquecedor compartir que competir, aprender que ignorar y escuchar que abandonar. Este disco es un excelente ejemplo.
“Mi beso era una granada,
profunda y abierta;
tu boca era rosa
de papel”.
Federico García Lorca, Madrigal, Octubre de 1920
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